Anoche hice un salto en el tiempo
y me encontré un tesoro frente a mis ojos...
y me encontré un tesoro frente a mis ojos...
Era un país, del resto, distinto,
repleto de maravillas...
muy parecido al mío,
y sólo pude confirmar
lo que mis sospechas ya habían concluido;
que el dueño de ese sitio
congeniaba con mi estilo.
Él sabe de soledad
y de tristeza en la mirada,
sabe lo que es recibir
una estocada por la espalda,
sabe que todos caemos alguna vez
pero que eventualmente...
nos brotan las alas.
Sabe de batallas
perdidas y también ganadas,
comprende que nos debemos
a un ser supremo
y también tiene el humor un poco negro.
Cree en la vibración de las almas
y transforma los sentimientos
en mágicas palabras.
Y me di cuenta que todas esas cosas
entre muchas otras
me hacen amarlo como a nadie,
siento en él mi reflejo
como en el agua clara,
disfrutando sus oscuros paisajes...
y sus días de lluvias saladas.
Lo encontré entre las aguas del olvido
lanzando mensajes en clave Morse
y botellas al mar, con cartas sin destino.
Lo encontré, a mi parecer, un poco tarde...
cuestión de errores de cálculo en el destino.
Descubrí
que el 20 de noviembre fue domingo
y supe que escuchaba
a Metálica, Foreigner y Nickelback...
desde aquel entonces.
Contemplé en silencio sus recuerdos
a través de ese viaje en el tiempo,
sólo pesa un poco no haber estado allí
en esos precisos momentos...
¿Dónde estuve?
¿Por qué los años
me pusieron de él tan lejos?
Me pregunto en dónde estaría él
en el invierno del 87...
ese día
en el que para amarlo nací.
❥ Dalia Hernández
© Derechos reservados
2019
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